Dijo alguna vez Carlos Moniváis que cuando Chavela Vargas comenzó a cantar a finales de los cincuenta, sorprendió por su actitud desafiante y su apuesta radical. No se trataba sólo de su apariencia, que era ajena a la usanza de la época; su música, que prescindió del mariachi, eliminó de las rancheras su carácter de fiesta, desnudando su profunda desolación.
“¿Que soy un ser medio raro? Sí. Creo que estoy bastante loca, pero hay locos lindos y locos desgraciados, y yo soy de los bonitos.” La obra de Chavela Vargas es de alguna forma la historia marginal del México moderno, de su paso de lo rural a lo urbano: “El México de antes era un México para enamorarse de él, de su gente, de sus noches, de sus cosas. El de hoy es un gigante inmenso que está dormido, está quieto… Ese México es el que estoy esperando que despierte.” Cuando ella habla de la historia de la ranchera se siente la nostalgia de aquellas raíces campesinas:
La vida de Chavela tiene un prolongado silencio entre mediados de los setenta y comienzos de los noventa. Después de llegar al mundo de Frida y Diego para ver como esta “se negó su propia genialidad para complacer a su hombre”, Chavela desaparece para refugiarse entre fondas y tugurios hasta que algún español la “re-descubre” cantando en Coyoacán y la lleva a Europa, donde “habrían de apreciar más su heterodoxia.” La historia después de eso es bien conocida.
Según aventura Chavela, su música “tiene que ver con eso que llaman alma… Y yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera.”
Chavela Vargas - 30 canciones
“¿Que soy un ser medio raro? Sí. Creo que estoy bastante loca, pero hay locos lindos y locos desgraciados, y yo soy de los bonitos.” La obra de Chavela Vargas es de alguna forma la historia marginal del México moderno, de su paso de lo rural a lo urbano: “El México de antes era un México para enamorarse de él, de su gente, de sus noches, de sus cosas. El de hoy es un gigante inmenso que está dormido, está quieto… Ese México es el que estoy esperando que despierte.” Cuando ella habla de la historia de la ranchera se siente la nostalgia de aquellas raíces campesinas:
Doña Toña La Negra era lavandera en Veracruz, en el barrio de La Bombilla. Ahí cantaba lavando ropa, y se oía la voz de la señora en el río cuando cantaba boleros y era de parársele el pelo a las compañeras con aquella voz de la jarocha preciosa, una voz divina. Alguien le dijo a Agustín Lara que había una muchacha en Veracruz que cantaba como los dioses y Agustín fue a conocerla. Habló con ella, la oyó cantar y se la llevó para México, y lo paró de cabeza con su voz increíble. El bolero cubano era un poco sensual y un poco sexual. Cuando llegó a México lo suavizaron, lo hicieron más dulce y lo cantaba, como digo, Toña La Negra. Luego apareció un charro cantor, don Jorge Negrete, que cantó un bolero y se le vino el mundo encima. ¿Cómo un charro va a cantar "Flor de azalea"? Lo cantó y se lo comieron. Luego vino Javier Solís, e hizo del bolero el bolero ranchero, y fue muy hermoso. Y Jorge siguió cantando boleros, también Pedro Infante, y el bolero se hizo una música de casa.
La vida de Chavela tiene un prolongado silencio entre mediados de los setenta y comienzos de los noventa. Después de llegar al mundo de Frida y Diego para ver como esta “se negó su propia genialidad para complacer a su hombre”, Chavela desaparece para refugiarse entre fondas y tugurios hasta que algún español la “re-descubre” cantando en Coyoacán y la lleva a Europa, donde “habrían de apreciar más su heterodoxia.” La historia después de eso es bien conocida.
Según aventura Chavela, su música “tiene que ver con eso que llaman alma… Y yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera.”
Chavela Vargas - 30 canciones
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